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4 de agosto de 2018

ANDANDO EL CAMINO

Me resulta llamativo observar la cantidad de veces que a los setenta y un años pienso en la
muerte. No recuerdo en ninguna otra etapa de mi vida que tuviese tan presente este tema.
Y me alegra que así sea, pues es algo tan natural y necesario, que el que pensemos en ello
o no, no por eso vamos a adelantar ni a retrasar ese momento.

La muerte nos resulta antipática porque es un frenazo en nuestra vida y un cambio de carril.
Es un dejar todo lo que conocemos, todo lo que consideramos nuestro, nuestros planes de futuro,
nuestras aficiones, nuestras y nuestros...eso, nuestras y nuestros, que nos damos cuenta que
no lo son. Pero es todo lo que conocemos; pues la vida espiritual, aunque la veamos evidente,
aunque creamos que es nuestro destino, un paso adelante en nuestra existencia... Lo creemos,
pero optaríamos por quedarnos como estamos, por mucho que con nuestra fe consideremos que
es un paso obligado hacia una situación mejor.

Nuestras percepciones son sensoriales, no "conocemos" más allá. Sin embargo, ese sentir nos
muestra la evidencia de la vida espiritual , inmaterial ó extramaterial, como prefiramos llamarla.
Por la experiencia sabemos  que todo el que nace tiene que morir, pues no hay nadie que viva
actualmente y que haya nacido en el siglo diecinueve, por ejemplo. Como también sabemos
por la experiencia que la muerte se va llevando vidas indiscriminadamente desde el nacimiento
hasta...ese momento determinado.

Yo llevo viviendo setenta y un años... estoy bien y con ganas de seguir.  ¿Hasta cuando...? No depende de mí.
Pero, sí depende de mí el darme cuenta que lo que conozco, lo que considero mío, no es tal;
ya que,  en pocos años,  no podré disponer de ello.
Estas son consideraciones que ántes ni se me ocurría pensarlas. Prefería ignorarlas. Pero, consideradas o ignoradas, son la realidad que ahí está.
Siendo así la vida, nos interesa muy mucho usar lo que es nuestro como si fuera prestado por
algún tiempo  y usarlo como un medio para vivir mejor y no como la finalidad de nuestra
vida.
Quizás,  muchos de los que lean estos escritos,  piensen que estoy tocado de la cosca o que
son cosas que no hay que considerarlas porque pueden entristecernos.... ¡¡Bendita tristeza!!
Os aseguro que, desde que las pienso, soy mucho más feliz y me he quitado un peso de
encima. Lo que importa no es lo que sabemos, que es muy poco; sino lo que no sabemos,
pero sabemos que es realidad y que, más o menos pronto, también la sabremos gracias a Dios.

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