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3 de diciembre de 2013

¿POR QUÉ?

Por qué es que,  aunque veamos claras las cosas y no se nos ocurran dudas, no queremos
actuar conforme a nuestros pensamientos?
No tenemos duda de la existencia de Dios, no tenemos duda de la doctrina de Jesús, no
tenemos duda de que nuestra vida aquí es un paseo que pasa.... Y, sin embargo, vivimos
como si nosotros fuésemos el centro y fin de todo lo que nos rodea; como si en vez de utilizar
las cosas, nuestro fin fuese  poseerlas.
Es cierto que el sentimiento de propiedad lo tenemos innato (mi cuerpo, mi madre, mi amigo,
mi casa, mi ....). No es malo ese sentimiento de propiedad, ya que nos motiva a guardar y
conservar mejor todo lo que consideramos nuestro. No es a este sentimiento de posesión al que
me refiero. Me refiero al sentimiento de posesión exclusivo, cuando las cosas las queremos sólo
para nosotros, sólo para  nuestro provecho y utilidad. Cuando excluimos de lo que nos rodea la
utilidad común, el derecho de las otras personas a aprovechar un bien  cualquiera que nos ha dado
Dios. Todo en la creación ha sido hecho para que nosotros usemos de ello; pero, tanto derecho
tengo yo como tienen los demás a ese uso. El egoísmo hace que deseemos quitar la función social de las cosas y hacerlas sólo para nosotros y , cuanto más tengo, más quiero.
Sociedad de pobres y ricos, de propietarios y jornaleros, de lo mío, mío y, lo tuyo, si puedo, mío
también. Sabemos que esta no es la doctrina de Jesús. No tenemos duda del valor social de las cosas,
no tenemos dudas del uso que hay que hacer . Estamos convencidos que nuestras posesiones de hoy,
mañana serán posesiones de otros... y seguimos dormidos.
¿hasta cuando vamos a estar dominados por la fuerza de la carne? . Nuestro entendimiento lo ve claro, pero nuestro cuerpo tiene miedo y se siente insatisfecho, creyendo que si posee todo, será feliz y se satisfará.  ¡Tremendo error!  Todo ha sido creado para nuestro uso y ayuda hacia Dios. Son un medio del que debemos usar; pero sin convertirlo en finalidad. Las cosas nos hacen felices en tanto en cuanto las utilizamos para atender nuestras necesidades. Si esas cosas las convertimos en la finalidad de nuestros actos, estaremos siempre insatisfechos, como un saco sin fondo.
Solidaridad, valor social de las cosas, justicia social para el que no tenga lo que necesite si a otros le
sobra.... Sí, estamos de acuerdo. Pero, y lo mío, por qué ha de tener también un valor social como lo
de los demás? Estoy de acuerdo de que hay muchos que acumulan cosas que se pueden repartir.
Yo, sin embargo, tengo lo justo y poco más, pero es distinto.  ¡Ciego! y no hay peor ceguera que la
del que no quiere ver.¡Qué fuerte actúa el cuerpo en lo que quiere y cómo condiciona a veces
nuestra voluntad!
Nuestro espíritu es fuerte, pero nuestra carne es débil. Si dejamos que prevalezca nuestro cuerpo, el
resultado es un desastre. Conseguiremos mucho, pero de lo que nada nos vale ya que tenemos que dejarlo a otros. En cambio, si hacemos que nuestro espíritu prevalezca sobre la carne, lo que consigamos será nuestro tesoro en el cielo donde tendrá valor por los siglos de los siglos.
De mí y de tí, de cada uno de nosotros depende la elección de que sea el cuerpo o el espíritu quien prevalezca en nosotros.

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