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9 de febrero de 2013

9 de febrero de 2013 YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS

He intentado continuar escribiendo en mi blog, pero me falta experiencia en este campo de la informática
y no he sabido cómo se hace. He decidido, por tanto, poner fecha y así continuar con el blog.
Si la vida es la conjunción del presente con el futuro, la muerte es la continuación de esa misma cadena.
Me explico: vivimos  el momento actual y en la confección del futuro, ese futuro ya es el presente de nuestras nuevas circunstancias, que siguen funcionando sin interrupción. Hemos cambiado en un instante de circunstancias para nosotros mismos. Nuestro espíritu comienza a actuar directamente por sí mismo.
La vida se ha transformado en nosotros de una actuación conjunta entre el cuerpo y el espíritu, a una
actuación directa de nuestro espíritu, siguiendo siendo nuestro yo personal y con la total conciencia de ese yo personal, individual,  único e independiente de los demás.
Nuestra vida sigue  actuando y mediante la posibilidad del ejercicio de la libertad de decisión, seguimos desarrollando este nuestro yo  y seguimos consiguiendo nuestro desarrollo ó nuestra debilidad.
El único cambio en esta nueva situación de vida es que ahora es el espíritu quien domina y quien marca las nuevas necesidades y circunstancias de vida. Un espíritu percibe las sensaciones directamente en sí mismo.
Reacciona libremente ante las acciones que percibe; por tanto, actúa con responsabilidad y meritoriedad.
No está limitado por la materia ni depende para nada de ésta. Tiene todas las características de un espíritu:
 pero,  personal. Es decir, la misma persona, con nombre y apellidos de cuando actuaba en conjunción con el cuerpo.  Esta nueva forma de vida, también tienen otra nueva variedad de circunstancias: cuando vuelve a juntarse nuevamente con el cuerpo. De estas nuevas circunstancias solamente tenemos dos casos conocidos:
Jesucristo y la virgen María.
Jesucristo, nació, creció, murió, vivió en espíritu y recuperó la actuación con el cuerpo.  Y la virgen María, fue subida directamente al cielo, posiblemente  sin pasar por la muerte.
Esta será la forma definitiva de nuestra vida, gracias a Dios. No tengamos, por lo tanto, ni prisa ni nos durmamos en los laureles, pues todo es una continuación y las decisiones libres de ahora influyen en las circunstancias siguientes del futuro que pasa. Tampoco tenemos que forzar el ahora. Es cuestión de aceptar las circunstancias según nos vengan y  poner nuestra buena voluntad, decidiendo libremente  con
rectitud, según nuestro entender. Pues nuestra vida la podemos encaminar: pero, no, acabar.

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